El
señor Ka apareció esa mañana con su escarabajo. ¿Para qué llamarlo de otra
manera? ¿De qué otra manera llamarlo? Lo mostraba a la gente y lo ocultaba
de ella con un criterio desconocido que
mutaba de contenidos, argumentos e hipótesis
en un entramado lógico sólo por él descifrado. Uno, seducido por su
mirada ubicua, su estatura frágil, su presencia exigua al andar en la tierra y
un no sé qué de etéreo que su cuerpo espectral por las tardes en que salía a
esperar ver el sol ponerse llameaba, uno de extrañas maneras lo quería. Yo
estaba en el primer grupo, yo y el señor T, que le obsequiaba dulces cuando iba
su tienda, doña C que ponía hogazas de pan en sus manos para darle a que comiera
lentamente, con diminutos mordisquillos perceptibles cuando el silencio llenaba
la avenida, su bicho, y también la viuda Ricoeur, que le daba trocitos de
chocolates que ella misma confeccionaba según una vieja tradición belga que
heredó por receta de su abuela Vitorya Hoolstaad. ¿Le gusta mi escarabajo,
señor B? Es muy lindo señor Ka, ¿dónde lo compró?, quisiera uno para mí mismo.
No los venden, señor B, estos escarabajos son siempre silvestres y eligen ellos
mismos a un acompañante. Si tienes la suerte de un día visitar la finca Arenas
del Agua, busca la copa del árbol donde canta por las tardes la primavera y
espere, espere y espere, hasta que uno de ellos llegue a usted y si después de
aplaudir tres veces sigue ahí, eso quiere decir que lo ha elegido para ser su
guardián y compañía. Vaya, respondía entonces yo, ¿es así que lo has conseguido
tú? Y se alejaba el señor Ka, con su andar retorcido que me hacía parecer que era
la calle toda quien se iba y no él, que la avenida patinaba su concreto hasta
entonces firme y duro y volvíase otra vez licuado sin perder la forma arquitectónica
y civil de los edificios y las aceras que con ella se precipitaban en un
vértigo imposible tras la silueta horizontal del señor Ka, cuando volvía de su
paseo de siempre para ir a ver el ocaso con él, su guardia y compañía. Porque,
¿qué otra cosa era –si no- si un escarabajo no? ¿Para qué llamarlo de otra
manera? ¿De qué otra manera llamarlo?
fva, diciembre de 2011
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