¿Sabes?, me encantan las nubes. No solo esos jirones de felpa naranja y neón, ya carmín, ya fucsia, que como lagañas se le cuelgan a la ciudad cuando quiere amanecerse. Tambien los algodones rechonchos como cachetes de querubín, que el sol infla de la luz y se amansa el ojo. [Me pierdo a veces hallando dragones de agua, batallas en el cielo, mares de aire y luz en el océano sin costuras del infinito]
Ha pasado el tiempo por este cuarteto que escribí:
Las nubes
1
Caballos
de vapor
heridos
de aire
estallan.
2
La
furia de estas bestias
no
levanta polvo.
3
Desgarradas
de lluvia
flotan
dispersas vértebras.
4
Su
poderoso imperio efímero
no
supera la sólida muralla
de un
caballo a mitad de la tormenta.
14
de julio de 2007.
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