Comenzaba a leer
para acortar el viaje:
3 cuartos de hora
del trabajo a la colonia
cuando estas dos chicas
compactas, turgentes, apretadas,
con su cabello rubio oscuro
Revlon 70-D
se sentaron a mi lado
en los únicos asientos libres
Hablaban
Hablaban
Seguían hablando
No tenían novio
Porque las aburría
Y la de falda de mezclilla
había tronado con él
¡el 14 de febrero!
Hay días que salen tan cansadas del trabajo
que no les quedan ganas de hablar
con nadie; de nada.
El libro seguía cerrado en mis piernas,
atorado el índice como separador
Una de ellas siente que su patrón
es muy amable, tú me entiendes,
la invita a desayunar, le ofrece zapatos,
que pague como pueda, o no.
Luego rieron de algo que no escuché.
Una de ellas acomodó su mini
al levantarse a tocar el timbre,
y preguntó si había leche en casa.
Yo reí y ella volteó: no parecía contenta.
El camión se detuvo, abrió la puerta,
su amiga se paró, bajaron.
Abrí el libro, sin ganas de leer.
Y pensé en el duro trabajo de esas dos chicas.
Definitivamente, hoy no era uno de esos días.
FVA, 12.03.07, La Maestranza.
jueves, 20 de noviembre de 2008
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